¿Cómo inicia esta curiosidad por el arte en vidrio en Monterrey?
Una investigación personal que me abrió las puertas a una residencia de investigación en el Corning Museum of Glass.
Esta investigación nace de una curiosidad histórica: ¿cómo llega el vidrio a mis manos en mi ciudad industrial, Monterrey? En México no contamos con una educación formal a largo plazo en el vidrio como material de expresión creativa. Algo que hasta la fecha me sigue sorprendiendo es que, en otros países como Estados Unidos, existen múltiples carreras dedicadas al vidrio, incluso maestrías.
Mi primer acercamiento con el vidrio fue en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Estudié Diseño Industrial en la FARQ, y ahí tomé un semestre de vidrio con Oscar Ramírez. La verdad, estaba emocionadísima desde que logré inscribirme. Fui muy feliz, aunque al mismo tiempo sentía muy lejano el sueño de tener mi propio horno. Unos meses después conseguí un micro kiln —una pequeña mufla que va dentro del microondas— y así nació mi marca Kokor Glass, pero eso es otra historia que después te contaré con más detalle.
Tenía una gran inquietud por aprender más sobre el vidrio, pero llegó la pandemia. Entonces solo podía soñar con los lugares a los que algún día iría a estudiar: entre ellos, el Corning Museum of Glass y Pilchuck School of Glass. Cuando el mundo se volvió a abrir, sentí unas ganas enormes de salir a conocerlo todo.
Así que apliqué a Corning, donde obtuve una beca para estudiar. Conocí el “Disney del vidrio”: el estudio del museo, donde pude explorar mi creatividad sin límites. Tuve la suerte de descubrir también la biblioteca Rakow de Investigación, especializada en contenido sobre vidrio… un verdadero sueño. Ese mismo año asistí a Pilchuck, y regresé profundamente inspirada y motivada. Quería entender más sobre todo este movimiento, así que comencé a comprar libros para aprender y tener referencias históricas. Me di cuenta de que, en su mayoría, la historia del vidrio se contaba desde una perspectiva muy unilateral. Busqué libros de ese tipo en México, pero encontré muy pocos. Percibí un hueco histórico en el que sentí el deseo —y la oportunidad— de aportar.
Después de regresar de esos lugares tan inspiradores, recordé que en Monterrey tenemos nuestro propio pequeño museo del vidrio. Decidí organizar una visita e invitar a mi comunidad de Instagram para un recorrido guiado. Ya me resultaban familiares algunos nombres, gracias a esas dos semanas en Corning. Me sorprendió descubrir que teníamos dos piezas de Stanislav Libenský y Jaroslava Brychtová, y que, en el área contemporánea del museo —un ático en el tercer piso— había un candelabro verde, orgánico, de formas extrañas, sin placa de identificación. En mi corazón supe de inmediato que era un Chihuly.
Investigando más, confirmé que efectivamente se trataba de un candelabro que Dale Chihuly donó al Museo del Vidrio (MuVi) cuando él y su equipo vinieron a Monterrey a trabajar en la fábrica de Crisa, donde por primera vez se produjo vidrio de color en un entorno industrial. ¿Monterrey fue una de las locaciones de Chihuly Over Venice en 1996?
¿¡Chihuly en Monterrey!? ¿Qué? Mi mente se llenó de preguntas. ¿Por qué vino? ¿Cómo se dio esa conexión?
Conforme avanzaba en esta investigación, cada hallazgo me llevaba a nuevas preguntas. Descubrí que también Lino Tagliapietra y los Higuchi vinieron a enseñar aquí. Me impactó saber que existía una historia local y nacional del vidrio… de la que nadie hablaba. Así comenzó a tomar forma esta investigación.
Salto al verano de 2023, en Pilchuck, durante una de mis visitas a la biblioteca, encontré una pila de libros gratuitos. Uno de ellos era el GAS Journal de 1992… ¿y adivina dónde se llevó a cabo ? ¡En México! Para mí, eso fue una revelación, lo tomé como una señal. Empecé a investigar cada nombre que aparecía ahí, lo que me permitió conectar aún más piezas de este rompecabezas.
Una vidriera que estuvo a punto de no existir.
Para dar un poco de contexto, la transformación de Monterrey en una ciudad industrial comenzó, en parte, con la fundación de la Cervecería Cuauhtémoc en 1890. La idea surgió de don Calderón Penilla (quien falleció antes de saber el éxito que tuvo su idea), quien viajó a St. Louis, estableció contacto con el maestro cervecero Michael Schnaider y consiguió financiamiento y apoyo técnico para construir una cervecería al estilo alemán, incluso trajerón expertos alemanes crear la cerveza, notese la cerveza Bohemia. El resultado fue un emprendimiento altamente exitoso. Su primera marca, Carta Blanca, ganó reconocimiento internacional rápidamente, obteniendo premios en la Feria Mundial de Chicago en 1893, la Exposición de París en 1900 y la Exposición de St. Louis en 1904. (Desde que ando con esta investigación traigo de moda esta cerveza que ganó tantos premios)
El creciente consumo de cerveza embotellada generó la necesidad de contar con un suministro local de vidrio. En respuesta, se dio el primer intento de fabricar vidrio en Monterrey con la fundación de Vidrios y Cristales de Monterrey en 1899. En febrero de 1903, llegaron a la ciudad cincuenta y cuatro vidrieros alemanes para iniciar la producción. Aunque este primer esfuerzo fracasó debido a la falta de materias primas adecuadas, las personas involucradas, o sea los inversionistas, no se dieron por vencidas—y esa persistencia sentó las bases para una herencia industrial y material que vaya que ha perdurado.
En 1909, la fábrica reabrió bajo el nombre de Vidriera Monterrey. Ese mismo año, la empresa adquirió dos máquinas automáticas para la fabricación de botellas, desarrolladas por Don Michael J. Owens . Sin embargo, el funcionamiento de las máquinas no fue el esperado, no había producción. Imagina otra vez la preocupación de los inversionistas y directivos, quienes mejor decidieron contactar directamente al propio Owens, quien visitó Monterrey en 1911. Su recomendación fue cambiar el combustible a petróleo crudo y mejorar los hornos. Estos ajustes resolvieron los problemas técnicos y la producción pudo continuar.
Para 1936, Vidriera Monterrey se había convertido en una empresa holding llamada Fomento de Industria y Comercio (FIC), que incluía las plantas de Monterrey y Ciudad de México, Vidrio Plano (dedicada a vidrio plano) y Cristalería, que se enfocaba en la producción de artículos de vidrio para el hogar. Y es aquí donde la historia comienza a tomar un giro más artístico.
Un artista checo del vidrio, Herman Kunte, llegó a México, incluso logré contactar a su familia y a su último hijo.